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EL PRESTIGIO DEL MAESTRO DE
OBRAS
Enrique III
junto al Maestro de Obras según "La Vida de los Santos Albano y Amfíbalo". |
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En la antigua cultura
judeocristiana la profesión de constructor era tradicionalmente
desempeñada por personas de origen social modesto. Sin embargo, a
partir de la Edad Media la creciente importancia de la edificación
en piedra llevará aparejado otro fenómeno singular; la promoción
social del maestro de obras que ya no solo será un experto en
artes mecanichae sino un autor intelectual integrado en las
artes liberales y, en calidad de tal, especializado en geometría.
En efecto, a partir de la segunda mitad del siglo XII y, sobre
todo, durante el siglo XIII la documentación acredita que el
maestro de obras ya gozaba de un status muy superior al de
otros artesanos. No en vano, el maestro de obras debía saber no
solo de mecánica o ingeniería, de geometría y trigonometría, sino
que además había de conocer la carpintería, e incluso tener
nociones de legislación, servidumbres de paso y vistas, etc. (Vitrubio,
De Arquitectura, libro I, 1, 10). Esa superior
cualificación respecto al resto de los maestros de otras
corporaciones de oficios se tradujo es su mayor consideración
social. De ahí que en las representaciones pictóricas de la época
el maestro de obras aparezca a mayor tamaño que los demás dando
órdenes e instrucciones a los operarios.
Incluso, su frecuente
posición iconográfica, entre el rey (o cliente) y el
administrador, mostrándoles la buena marcha de los trabajos, es
igualmente demostrativa de su importancia social. También suele
aparecer con guantes como símbolo de su condición de trabajador
intelectual especializado en una de las siete artes liberales; la
geometría, que será encumbrada por los maestros de obras a la
principal de las artes, por encima de la gramática o la retórica.
Es igualmente frecuente que lleve una escuadra, un gran compás o
una vara, la virga geometrica. De hecho, algunas
inscripciones del siglo XIII lo presentan como magister
doctissimus, doctissimus in arte, nobiliter doctus
in arte, etc. En alguna inscripción funeraria, como la del
maestro de obras Pierre de Montreuil, aparece como “doctor
lathomorum” equiparándose a los doctores universitarios para obtener un
semejante status social.
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Estatua de
Pierre de Montreuil en la fachada del
Hôtel de Ville
de Paris |
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De esta época data
precisamente el interés de las cada vez más potentes corporaciones
de constructores por la localización de antiguos e ilustres
antecesores en el desempeño de la profesión. Incluso comienza a
retomarse la antigua y más culta denominación del profesional como
“architector” en vez de la más popular de “magíster”
o “caementarius”, o también “lathomus”, “lapicida”,
“mason”, “maçon”, “Steinmeth”, “magíster
operis”, “magíster fabricae”, “maître des oeuvres”,
“capudmagister”, “Wekmeister”, “magistri
maczonerii” o el andaluz “alarife” como jefe de los
al-banna (albañiles).
Dentro de esta búsqueda
de los orígenes prestigiosos del oficio para legitimar la
aspiración de reconocimiento social del arquitecto medieval hay
que situar los textos más antiguos de la denominada masonería
operativa inglesa, como el manuscrito Regius (1390), el manuscrito
Cooke (entre el 1410 al 1420), el manuscrito Grand Lodge nº 1
(1583) que mencionan, entre otros, a Jubal, Tubalcain, Enoch, Noé,
Abraham, Euclides, y a reyes como David, Salomón, Athelstan
(Piedra Antigua), Edwin o Carlos Martel como ejemplos de
constructores, herreros o protectores del oficio. Es significativo
que tales textos recojan la mayor parte de sus referencias
históricas de crónicas de la época como la de Geoffroy de Monmouth
(fallecido en 1155) titulada Historias de los reyes de Bretaña
cuya finalidad esencial radicaba precisamente en legitimar
políticamente a los bretones recreando una genealogía
aristocrática que los emparentaba con la antigua Roma y aun con
Troya, uso, por lo demás, común en las crónicas o
historias de la época. De ahí que los manuscritos Regius y
Cooke adopten un parecido método tanto para prestigiar sus
orígenes elaborando una relación cronológica de reyes, santos y
personajes ilustres que habían sido masones o protectores del
oficio como para, a la vez, presentar al masón como parte
integrante de la aristocracia política, espiritual e intelectual
de la época. Es significativo que tales textos mencionen a un tal
Naymus grecus (el de "Nombre griego") para referirse
a los maestros bizantinos que se desplazaron a Occidente para
enseñar las nuevas técnicas constructivas.
Lápida de
mármol del arquitecto Hugo de Libergier, muerto en 1263 |
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Solo el reconocimiento
social y aprecio que las autoridades eclesiásticas sentían por los
maestros de obras que edificaban sus templos explica que se les
permitiera ser enterrados en su interior e, incluso, que pudieran
dejar esculpidas sus efigies junto a las de santos y obispos
venerados. Ejemplo conocido de esto lo constituye Hugo Libergieren,
arquitecto de la basílica de San Nicasio y enterrado en ella en
1263, aunque tras su destrucción en el siglo XVIII, la lápida
sepulcral fue trasladada a la catedral de Reims. En dicha losa se
le representa portando la maqueta de la basílica y los
instrumentos del oficio. Igualmente, en las esquinas de los
desaparecidos laberintos de los suelos de las catedrales de Reims
y de Amiens (1240-1280), que servían como caminos penitenciales
para los peregrinos, figuraban los nombres o imágenes de sus
arquitectos y de los prelados fundadores por tanto instrumentos
como la regla, el compás, el nivel y la escuadra, lo que indica la
importancia y familiaridad con que los prelados trataban a sus
maestros de obras.
En España disponemos de
numerosos ejemplos: En la iglesia del monasterio de Guadalupe,
cuyas obras comenzaron a fines del XIV, está enterrado su
arquitecto tal y como consta en una lápida sepulcral: “Aquí yace
Juan Alfonso, maestro que fizo esa santa iglesia”. En la catedral
de Sevilla tuvieron el privilegio de recibir sepultura junto con
sus familias los maestros Juan Normán y Alonso Rodríguez. Y en la
catedral de Mallorca una lápida sepulcral reza así: “Sepultura del
honrat mestre Guillem Sagrera picapedres mestre de la present Seu
e dels seus”. En la iglesia de Santa María de los Huertos de
Sigüenza se conserva en el lado de la Epístola de la Capilla Mayor
la estatua de un orante que, portando una escoda de cantero, tiene
grabado el nombre de “M.º Iuan”, es decir, Juan Guas. Juan de
Candamo fue enterrado a fines del siglo XV en la catedral de
Oviedo, de la que fue maestro de obras, conservándose la lápida
con su escudo en el que todavía pueden verse un compás y figuras
geométricas). Y podríamos citar más ejemplos.
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Maestro Miguel en el pórtico de la
Iglesia de San Miguel, siglo XIII, Revilla Santullán, Palencia |
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También era frecuente que
el maestro de obras de la catedral dejara esculpido su nombre o su
busto. Es el caso del maestro Mateo, escultor del pórtico de la
Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela (siglo XII) que
está representado en ella, y que, además, hizo inscribir; "en el
año de la Encarnación del Señor 1188, en el día 1 de abril, fueron
colocados por el Maestro Mateo los dinteles de la puerta mayor de
la iglesia de Santiago, que dirigió la obra de dichos portales
desde sus cimientos". También del maestro Miguel, que en el siglo
XII esculpió el pórtico de la Iglesia palentina de Revilla
Santullán para inmortalizarse en una escena de trabajo junto a la
secular frase "micaelis me feci". O del capitel adosado en el
claustro del monasterio de San Cugat, erigido entre los años
1190-1221 en la que su escultor Arnau Cadell dejó constancia de
que "hec est Arnalli sculptoris forma Catelli qui claustrum tale
construxit perpetuale". O la del desconocido maestro cantero
representado en la Iglesia de Notre-Dame de Semur-en-Auxois del
siglo XIV. También fueron esculpidos los bustos de Henry Yevele,
maestro de obras de la catedral de Canterbury (siglo XIV), de Hans
von Burghausen, arquitecto de San Martin de Landshut de Baviera en
1432 y de Lorenzo Ghiberti escultor de la catedral de Florencia en
1452. Y en el crucero meridional de la catedral de Notre Dame de
París, junto al año de su fundación, figura el nombre del
arquitecto Jean de Chelles. Caso llamativo es el del escultor y
maestro de obras Anton Pilgran (1515), cuya representación aparece
nada menos que dos veces en el interior de la Catedral de San
Esteban de Viena.
Maestro Anton Pilgram,
interior de la catedral de San Esteban de Viena, año 1513 |
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En algunas efigies de
maestros de obras se añade su marca personal a la propia
escultura. Así, sobre la cabeza del maestro Mateo se observa su
marca de honor en la Catedral de Santiago de Compostela. El busto
del maestro de obras Peter Parler (1340) que fue erigido en un
lugar preeminente del presbiterio de la catedral de Praga tiene un
escudo con la marca (una escuadra) del maestro. Otro maestro de
dicha catedral en 1348, Mateo Arras, también dejó esculpida su
efigie con un escudo y marca artesanal en el pecho. También lo
hacía en 1513 Anton Pilgram en su calidad de escultor y maestro de
obras de la catedral de Viena. No son infrecuentes en las
catedrales hispanas las representaciones escultóricas de los
bustos de sus maestros de obras; es el caso del maestro de obras
Jusquín de Utrecht cuya efigie de mediados de siglo XV aparece en
la Torre Nueva o del reloj de la catedral de León con su marca de
maestría (un diábolo horizontal) en la frente.
Extractado de: Javier Alvarado
Planas, Heráldica, simbolismo y usos tradicionales de las
corporaciones de Oficio; las marcas de canteros, Madrid, 2009,
pp. 29-40.
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